martes, 17 de noviembre de 2009
¿QUÉ ES LA LITERATURA ORAL?
Es una realidad incuestionable que debemos tener en cuenta para una completa visión del hecho literario, sobre todo en el Perú, donde la oralidad, como medio de transmisión de experiencias, conocimientos y cosmovisiones es tan importante.
La literatura oral es anterior a la escritura en muchos pueblos. De ahí que muchas obras literarias que a nosotros nos han llegado como obras escritas surgieron como manifestaciones propias de la literatura oral.
La riqueza de la literatura oral no se puede obviar en la educación de nuestros estudiantes, porque de hacerlo, estaríamos ofreciendo una versión incompleta de la literatura y tal vez poco contextualizada.
Diferencia entre literatura oral y escrita
Literatura oral: la literatura de un lugar es una manifestación de su cultura (danzas, cantos, costumbres, leyendas, mitos, cuentos, festividades, etc. de forma más amplia llamada cultura tradicional o popular. La diferencia radica en la oralidad, las culturas orales destacan la importancia de la voz y del cuerpo. Se da la relación de unidad entre quien habla y quien escucha. El oído prevalece sobre la vista y la inspiración sobre el análisis.
Literatura escrita:
CUTU CUTU, EL VIEJO ANDRAJOSO
(Leyenda de Cuturapi)
Había fiesta cercana al pueblo Santiago de Chimbo, en la casa, era la hora de la merienda, todos los invitados y los músicos zampoñeros estaban comiendo, cuando en eso llegó como un fantasma un viejo desconocido, vestido con andrajos. Algunos invitados lo corrieron al tiempo que lo insultaban diciéndole: “¡Váyase viejo haraposo!”, los únicos que lo defendieron, fueron los músicos, asegurando que “Todos llegaremos a viejos”.
Luego lo lavaron con cuidado y lo invitaron a almorzar con ellos. El viejito, antes de entrar a la casa de los músicos, se encontró en el corral con una señora que cargaba una guaguita, y la señora dijo: ¡Ay tata!,¿kunat jumax ak’am t’ant’apachas sarnaqtasa kawkit purjtasa kunara pasjtamsti tata? (¡Ay tata señor! ¿Por qué andas así tú tan harapiento, tan perdido, qué te pasa, de dónde vienes?...).
Por su parte, el cabecilla de la fiesta dijo: “¿Qué quieres viejo inmundo? ¡Váyase de aquí!
El viejito, una vez que terminó de almorzar dijo: “Me iré llevándome a esta gente que me ha tratado con desprecio, pero, amigos zampoñeros, váyanse de aquí muy lejos, sin mirar atrás porque algo terrible va a pasar”. Y también se lo comunicó a la señora que cargaba su guagua. Los músicos y la señora salieron desesperados de aquel pueblo y, cuando estaban en lo alto del cerro Kapia, miraron hacia el pueblo, y vieron que el pueblo había sido invadido por grandes masas de neblina, viento y polvo.
Asombrados las personas que insultaron e hicieron el mal al anciano andrajoso, desaparecieron absorbidos por el cutu cutu, que era un huracán (ser maligno que arrasaba con casas, arboles, animales y todo lo que encontraba a su paso. Llevándolos en una humareda de polvo al infinito, donde desaparecieron en la eternidad).
Desde entonces, en memoria de las personas desaparecidas, ese pueblo hoy se denomina Cuturapi, por la existencia del cutu cutu; que desde ese día recibe a propios y extraños con afecto, en sus festividades de San Juan Bautista, y en recuerdo de que alguna vez salvaron sus vidas, subiendo al Kapia, hoy en día también sus pobladores acostumbran hacer ofrendas en el cerro para rogar por sus cosechas, animales y hacer ceremonias por considerarlo sagrado.
Y hasta hoy en día en ocasiones, en ese pueblo se escucha por las noches el lamento de las personas desaparecidas por la furia del cutu cutu.
LOS AMORES DEL KUNTURI Y LA AWATIRI
En tiempos lejanos, cuando los animales hablaban y se volvían en gentes, una tarde de tantas, Pankara, la hija del llamero cuidaba sus animales en el cerro Vizcachani y estando sentado sobre una peña, tejiendo cálidos gorros para su padre, vio que de arriba le acechaba un cóndor de hermoso plumaje y oyó que le gritaba:
¡Pankara, Pankara: yo te amo mucho! ¡Pankara, Pankara: mia has de ser! ¡Pankara , Pankara: aunque no me quieras, juntos nos hemos de ir!
Entonces alarmado colocó en su honda una piedra y se la lanzó al cóndor, que abriendo maravillosamente sus alas desapareció en raudo vuelo tras el cerro.
Pasó fugaz el tiempo…
Pankara había olvidado el extraño suceso y seguía concentrada en su labor. Pero un momento después, se le puso en su delante un gallardo huaynucho, pomposamente ataviado, llevando en sus manos una honda trabajada con primor y una grande quena. Se estremeció ella; y él, que se había dado cuenta exacta de todo, le insinuó.
No te asustes Pankara, yo soy bueno, y te quiero mucho por eso he venido a hablar contigo, para que me comprendas y para que me ames.
La ingenua doncella, tranquilizada con tales palabras; se atrevió a interrogarle.
-¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre pero me llamaré lo que tú quieras.
-¿De qué tierra arribaste buen mozo?
-Tampoco sé como la nombran; pero será la que tu estimes más.
-¿Quiénes son tus padres?
-No los he conocido.
-Nada sabes ¡Qué raro!
-Mejor no preguntes nada, ni por nadie, debe bastarte saber que te amo, como no te ha amado ningún mozo de tu estancia… el corazón no tiene nombre ni terruño, ni linajes; el corazón es la vida y al mismo tiempo da y busca vida…
-¿Qué es la vida?
-La vida es el amor.
-Y ¿Qué es el amor?
-Es el sentimiento que une a un hombre y a una mujer…
-Ah! Entonces, tu eres la vida porque eres el amor?
-Si amada, solo eso soy, y solo para ti…
-Bueno huaynucho: si esa es la verdad yo soy tuya, tu eres mío y ven, ven la vida nos une.
Y excitados, se enlazaron con los brazos, cambiaron terribles pellizcos de pasión cayeron en el suelo y arrastrándose febrilmente entraron en una cueva…
Fue más luego. El sol ya se hundió tras los horizontes de la pampa, las aves piaban febriles, el viento parecía tocar blandamente su zampoña, y de en medio de las rocas salieron los amantes bañados por la sangre de la Antahuara; cascabelearon dos sonoras carcajadas, que en el ambiente resonaron como las campanas de una capilla.
Después, el mozo que no era otro sino el cóndor al que Pankara asustó; toco con dulzura su flauta, y luego le dijo:
-Antes de que vuelvas a tu casa arreando tus ganados, jugaremos a cargarnos… ¿Quieres?
-Bueno, jugaremos, acepto la Pankarita. Y así, Pankara cargo primero a su amante, haciéndole correr largo trecho; seguidamente el huaynucho cargó a su tawaco y transformándose en cóndor se la robó el astuto y la condujo a las rocas mas empinadas del Kapia, donde no pueden escalar los hombres, donde solo vive el viento y la tempestad, cantando sus canciones salvajes…
¡Pankara, Pankara: yo te amo mucho! ¡Pankara, Pankara: mia has de ser! ¡Pankara , Pankara: aunque no me quieras, juntos nos hemos de ir!
Entonces alarmado colocó en su honda una piedra y se la lanzó al cóndor, que abriendo maravillosamente sus alas desapareció en raudo vuelo tras el cerro.
Pasó fugaz el tiempo…
Pankara había olvidado el extraño suceso y seguía concentrada en su labor. Pero un momento después, se le puso en su delante un gallardo huaynucho, pomposamente ataviado, llevando en sus manos una honda trabajada con primor y una grande quena. Se estremeció ella; y él, que se había dado cuenta exacta de todo, le insinuó.
No te asustes Pankara, yo soy bueno, y te quiero mucho por eso he venido a hablar contigo, para que me comprendas y para que me ames.
La ingenua doncella, tranquilizada con tales palabras; se atrevió a interrogarle.
-¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre pero me llamaré lo que tú quieras.
-¿De qué tierra arribaste buen mozo?
-Tampoco sé como la nombran; pero será la que tu estimes más.
-¿Quiénes son tus padres?
-No los he conocido.
-Nada sabes ¡Qué raro!
-Mejor no preguntes nada, ni por nadie, debe bastarte saber que te amo, como no te ha amado ningún mozo de tu estancia… el corazón no tiene nombre ni terruño, ni linajes; el corazón es la vida y al mismo tiempo da y busca vida…
-¿Qué es la vida?
-La vida es el amor.
-Y ¿Qué es el amor?
-Es el sentimiento que une a un hombre y a una mujer…
-Ah! Entonces, tu eres la vida porque eres el amor?
-Si amada, solo eso soy, y solo para ti…
-Bueno huaynucho: si esa es la verdad yo soy tuya, tu eres mío y ven, ven la vida nos une.
Y excitados, se enlazaron con los brazos, cambiaron terribles pellizcos de pasión cayeron en el suelo y arrastrándose febrilmente entraron en una cueva…
Fue más luego. El sol ya se hundió tras los horizontes de la pampa, las aves piaban febriles, el viento parecía tocar blandamente su zampoña, y de en medio de las rocas salieron los amantes bañados por la sangre de la Antahuara; cascabelearon dos sonoras carcajadas, que en el ambiente resonaron como las campanas de una capilla.
Después, el mozo que no era otro sino el cóndor al que Pankara asustó; toco con dulzura su flauta, y luego le dijo:
-Antes de que vuelvas a tu casa arreando tus ganados, jugaremos a cargarnos… ¿Quieres?
-Bueno, jugaremos, acepto la Pankarita. Y así, Pankara cargo primero a su amante, haciéndole correr largo trecho; seguidamente el huaynucho cargó a su tawaco y transformándose en cóndor se la robó el astuto y la condujo a las rocas mas empinadas del Kapia, donde no pueden escalar los hombres, donde solo vive el viento y la tempestad, cantando sus canciones salvajes…
MA WAYNAN QHULLUMP SARNAKATAPA
(Cuento aimara)
Mä wayna utjäna, qhullump sarnakeri. Uca waynasti ovej awatirünwa. Awatiwipasti qhullumpiw anatirïna.
Uca qhullusti mä jamachinwa. Jamach’isti tawakorow tucurina, uca waynataqui.
Sapuruw kolluna anatasipjjerïna uca qhullumpejja. Jayp’unacasti ch’uspaparuw apasjjerïna uca qhullupjja. Mä uruwa waynajj armt’asiwayjjataña ch’uspjja qhullumppacha awichapan utaparu. Ucat awichapajj wayna ch’usäñcamasti qhull jicjjatatäna. Ucat satäna awichapajja: ¡Ay! Wawajj qhulluracs catunitänajjä phayasiñataquejja. Jichhasti lluch’surapï, ucat phayarapï wawajjataqui sasina.
Waynasti awatiwita ovejanac utapar puriyjjasinti ch’uspawa thaktasïna. Ucatsti ch’uspapanjja janiw qhullupjja jicjjatjjataynati.
Awichapajj waynarojj mank’achuratäna. Ucatsti waynajj uc mank’asis catäna. Ucat jisct’ätana awichaparu, aqham sasina:
¿Acasti cuna aycharac awicha? Ucat awichapapajj satäna:
¡Ay wawa! ¡Qhulluracs catunitätajja! Ucatwa jichajj lluch’susina, playarapsma sasina. Ucatsti waynaj wal colerasitäna. Niyaw nuwjatänasa awichaparojja: ¿Cunataquis lluch’surakesta? Ucajj munatajjanwa sasa.
Waynasti wal jachäna siwa uca qhullutjamajja. Ucatsti qhullum ch¨aqhanacapacwa imasjjatäna. Ucatsti mä urojj uca ch’aqhanacajj jachataynawa aqham sasa:
¡Ay! Awichamampi lluch’susina jiwayayistajja.
Uc ist’asin waynajj qhullum ch’aqhapatjja llujti pinquill lurasjatana siwa. Uca pinquillusti suma jachirínwa siwa.
EL JOVEN Y LA PERDIZ (Traducción)
Se cuenta que había un joven que tenía una perdiz. Este joven era pastor. Durante los días acostumbraba jugar con la perdiz.
Aunque la perdiz era una ave, sabía convertirse en una hermosa joven.
Cada día jugaban los dos en un cerro. Por las tardes, el joven traía a la perdiz en su bolsa. Un día el joven dejó su bolsa con la perdiz en la casa de su abuela. Y en su ausencia, la abuela la encontró.
La abuela al encontrar la perdiz dijo: ¡Oh! mi hijo trajo una perdiz. Seguramente es para cocinar. Yo la pelaré y lo cocinaré.
Al día siguiente, al volver del campo con sus ovejas, el joven fue ansioso en busca de su bolsa. Al encontrar la bolsa, buscó la perdiz, pero ya no estaba.
Luego su abuela sirvió al joven la comida, y el joven comenzó a comerla. Al estar comiendo, el joven preguntó a su abuela: ¿Qué carne es ésta abuelita?
La abuelita le dijo: hijo mío, es la perdiz que trajiste, eso yo he cocinado. Al escuchar esto, el joven se enojó mucho y casi queriendo pegar a la abuelita, le dijo:
¿Por qué has matado a mi perdiz? Era mi novia.
Y el joven lloraba mucho por la perdiz, y guardó sus huesos. Un día los huesos de la perdiz lloraban y dijeron:
Tú me hiciste matar con tu abuelita.
Al escuchar esto, el joven hizo una flauta con los huesos de la perdiz, y la música de esta flauta era muy hermosa.
Mä wayna utjäna, qhullump sarnakeri. Uca waynasti ovej awatirünwa. Awatiwipasti qhullumpiw anatirïna.
Uca qhullusti mä jamachinwa. Jamach’isti tawakorow tucurina, uca waynataqui.
Sapuruw kolluna anatasipjjerïna uca qhullumpejja. Jayp’unacasti ch’uspaparuw apasjjerïna uca qhullupjja. Mä uruwa waynajj armt’asiwayjjataña ch’uspjja qhullumppacha awichapan utaparu. Ucat awichapajj wayna ch’usäñcamasti qhull jicjjatatäna. Ucat satäna awichapajja: ¡Ay! Wawajj qhulluracs catunitänajjä phayasiñataquejja. Jichhasti lluch’surapï, ucat phayarapï wawajjataqui sasina.
Waynasti awatiwita ovejanac utapar puriyjjasinti ch’uspawa thaktasïna. Ucatsti ch’uspapanjja janiw qhullupjja jicjjatjjataynati.
Awichapajj waynarojj mank’achuratäna. Ucatsti waynajj uc mank’asis catäna. Ucat jisct’ätana awichaparu, aqham sasina:
¿Acasti cuna aycharac awicha? Ucat awichapapajj satäna:
¡Ay wawa! ¡Qhulluracs catunitätajja! Ucatwa jichajj lluch’susina, playarapsma sasina. Ucatsti waynaj wal colerasitäna. Niyaw nuwjatänasa awichaparojja: ¿Cunataquis lluch’surakesta? Ucajj munatajjanwa sasa.
Waynasti wal jachäna siwa uca qhullutjamajja. Ucatsti qhullum ch¨aqhanacapacwa imasjjatäna. Ucatsti mä urojj uca ch’aqhanacajj jachataynawa aqham sasa:
¡Ay! Awichamampi lluch’susina jiwayayistajja.
Uc ist’asin waynajj qhullum ch’aqhapatjja llujti pinquill lurasjatana siwa. Uca pinquillusti suma jachirínwa siwa.
EL JOVEN Y LA PERDIZ (Traducción)
Se cuenta que había un joven que tenía una perdiz. Este joven era pastor. Durante los días acostumbraba jugar con la perdiz.
Aunque la perdiz era una ave, sabía convertirse en una hermosa joven.
Cada día jugaban los dos en un cerro. Por las tardes, el joven traía a la perdiz en su bolsa. Un día el joven dejó su bolsa con la perdiz en la casa de su abuela. Y en su ausencia, la abuela la encontró.
La abuela al encontrar la perdiz dijo: ¡Oh! mi hijo trajo una perdiz. Seguramente es para cocinar. Yo la pelaré y lo cocinaré.
Al día siguiente, al volver del campo con sus ovejas, el joven fue ansioso en busca de su bolsa. Al encontrar la bolsa, buscó la perdiz, pero ya no estaba.
Luego su abuela sirvió al joven la comida, y el joven comenzó a comerla. Al estar comiendo, el joven preguntó a su abuela: ¿Qué carne es ésta abuelita?
La abuelita le dijo: hijo mío, es la perdiz que trajiste, eso yo he cocinado. Al escuchar esto, el joven se enojó mucho y casi queriendo pegar a la abuelita, le dijo:
¿Por qué has matado a mi perdiz? Era mi novia.
Y el joven lloraba mucho por la perdiz, y guardó sus huesos. Un día los huesos de la perdiz lloraban y dijeron:
Tú me hiciste matar con tu abuelita.
Al escuchar esto, el joven hizo una flauta con los huesos de la perdiz, y la música de esta flauta era muy hermosa.
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