En tiempos lejanos, cuando los animales hablaban y se volvían en gentes, una tarde de tantas, Pankara, la hija del llamero cuidaba sus animales en el cerro Vizcachani y estando sentado sobre una peña, tejiendo cálidos gorros para su padre, vio que de arriba le acechaba un cóndor de hermoso plumaje y oyó que le gritaba:
¡Pankara, Pankara: yo te amo mucho! ¡Pankara, Pankara: mia has de ser! ¡Pankara , Pankara: aunque no me quieras, juntos nos hemos de ir!
Entonces alarmado colocó en su honda una piedra y se la lanzó al cóndor, que abriendo maravillosamente sus alas desapareció en raudo vuelo tras el cerro.
Pasó fugaz el tiempo…
Pankara había olvidado el extraño suceso y seguía concentrada en su labor. Pero un momento después, se le puso en su delante un gallardo huaynucho, pomposamente ataviado, llevando en sus manos una honda trabajada con primor y una grande quena. Se estremeció ella; y él, que se había dado cuenta exacta de todo, le insinuó.
No te asustes Pankara, yo soy bueno, y te quiero mucho por eso he venido a hablar contigo, para que me comprendas y para que me ames.
La ingenua doncella, tranquilizada con tales palabras; se atrevió a interrogarle.
-¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre pero me llamaré lo que tú quieras.
-¿De qué tierra arribaste buen mozo?
-Tampoco sé como la nombran; pero será la que tu estimes más.
-¿Quiénes son tus padres?
-No los he conocido.
-Nada sabes ¡Qué raro!
-Mejor no preguntes nada, ni por nadie, debe bastarte saber que te amo, como no te ha amado ningún mozo de tu estancia… el corazón no tiene nombre ni terruño, ni linajes; el corazón es la vida y al mismo tiempo da y busca vida…
-¿Qué es la vida?
-La vida es el amor.
-Y ¿Qué es el amor?
-Es el sentimiento que une a un hombre y a una mujer…
-Ah! Entonces, tu eres la vida porque eres el amor?
-Si amada, solo eso soy, y solo para ti…
-Bueno huaynucho: si esa es la verdad yo soy tuya, tu eres mío y ven, ven la vida nos une.
Y excitados, se enlazaron con los brazos, cambiaron terribles pellizcos de pasión cayeron en el suelo y arrastrándose febrilmente entraron en una cueva…
Fue más luego. El sol ya se hundió tras los horizontes de la pampa, las aves piaban febriles, el viento parecía tocar blandamente su zampoña, y de en medio de las rocas salieron los amantes bañados por la sangre de la Antahuara; cascabelearon dos sonoras carcajadas, que en el ambiente resonaron como las campanas de una capilla.
Después, el mozo que no era otro sino el cóndor al que Pankara asustó; toco con dulzura su flauta, y luego le dijo:
-Antes de que vuelvas a tu casa arreando tus ganados, jugaremos a cargarnos… ¿Quieres?
-Bueno, jugaremos, acepto la Pankarita. Y así, Pankara cargo primero a su amante, haciéndole correr largo trecho; seguidamente el huaynucho cargó a su tawaco y transformándose en cóndor se la robó el astuto y la condujo a las rocas mas empinadas del Kapia, donde no pueden escalar los hombres, donde solo vive el viento y la tempestad, cantando sus canciones salvajes…
¡Pankara, Pankara: yo te amo mucho! ¡Pankara, Pankara: mia has de ser! ¡Pankara , Pankara: aunque no me quieras, juntos nos hemos de ir!
Entonces alarmado colocó en su honda una piedra y se la lanzó al cóndor, que abriendo maravillosamente sus alas desapareció en raudo vuelo tras el cerro.
Pasó fugaz el tiempo…
Pankara había olvidado el extraño suceso y seguía concentrada en su labor. Pero un momento después, se le puso en su delante un gallardo huaynucho, pomposamente ataviado, llevando en sus manos una honda trabajada con primor y una grande quena. Se estremeció ella; y él, que se había dado cuenta exacta de todo, le insinuó.
No te asustes Pankara, yo soy bueno, y te quiero mucho por eso he venido a hablar contigo, para que me comprendas y para que me ames.
La ingenua doncella, tranquilizada con tales palabras; se atrevió a interrogarle.
-¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre pero me llamaré lo que tú quieras.
-¿De qué tierra arribaste buen mozo?
-Tampoco sé como la nombran; pero será la que tu estimes más.
-¿Quiénes son tus padres?
-No los he conocido.
-Nada sabes ¡Qué raro!
-Mejor no preguntes nada, ni por nadie, debe bastarte saber que te amo, como no te ha amado ningún mozo de tu estancia… el corazón no tiene nombre ni terruño, ni linajes; el corazón es la vida y al mismo tiempo da y busca vida…
-¿Qué es la vida?
-La vida es el amor.
-Y ¿Qué es el amor?
-Es el sentimiento que une a un hombre y a una mujer…
-Ah! Entonces, tu eres la vida porque eres el amor?
-Si amada, solo eso soy, y solo para ti…
-Bueno huaynucho: si esa es la verdad yo soy tuya, tu eres mío y ven, ven la vida nos une.
Y excitados, se enlazaron con los brazos, cambiaron terribles pellizcos de pasión cayeron en el suelo y arrastrándose febrilmente entraron en una cueva…
Fue más luego. El sol ya se hundió tras los horizontes de la pampa, las aves piaban febriles, el viento parecía tocar blandamente su zampoña, y de en medio de las rocas salieron los amantes bañados por la sangre de la Antahuara; cascabelearon dos sonoras carcajadas, que en el ambiente resonaron como las campanas de una capilla.
Después, el mozo que no era otro sino el cóndor al que Pankara asustó; toco con dulzura su flauta, y luego le dijo:
-Antes de que vuelvas a tu casa arreando tus ganados, jugaremos a cargarnos… ¿Quieres?
-Bueno, jugaremos, acepto la Pankarita. Y así, Pankara cargo primero a su amante, haciéndole correr largo trecho; seguidamente el huaynucho cargó a su tawaco y transformándose en cóndor se la robó el astuto y la condujo a las rocas mas empinadas del Kapia, donde no pueden escalar los hombres, donde solo vive el viento y la tempestad, cantando sus canciones salvajes…
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